jueves, 24 de junio de 2010

Autismo, profundos silencios

por: Marco Antonio Silva
Fuente: Noticieros Televisa
En México hay prejuicios en la atención al autismo. A setenta años del primer diagnostico las preguntas sobre su origen aún tienen profundos silencios

CIUDAD DE MÉXICO, México, sep. 7, 2004.- Para Fernando, desde los tres años de edad lo suyo es la pasión por los autos. “Ya oí el motor. ¡a ver, acelérale¡. Oigan el motor, vean”, señala Fernando.

Qué le suena, qué no le suena, dónde está la falla y a veces hasta cómo arreglarla.

“Al mío se le descompuso la bomba... ¡la mugrosa bomba!”, comentó Fernando.

Pero su fascinación, este gusto que podría pasar por gran habilidad, se tropa de lleno con un inconveniente; que el propio Fernando se convierte, la mayor parte del día en un auto.

“Sí hace idéntico los ruidos de los carros. Yo voy manejando de repente él va así y le agarro la mano ¡ya Fer! (y dice) ¡Ay mamá! déjame, no me distraigas porque voy a chocar”, señaló Diana Flores, mamá de Fernando.

El que Fernando tenga alarma y hasta velocímetro no es un juego. Se trata, en realidad, de una enfermedad.

“Fernando es una persona autista y como tal tiene muchas limitaciones de funcionamiento, la primera es la parte social... si tu le quieres hablar de la película que viste ayer o le quieres hablar de lo que hiciste en la mañana en la escuela, Fernando no te va a contestar. Esta es la parte incapacitante”, manifestó Eduardo Díaz, psicólogo de la Federación Latinoamericana de Autismo.

En la escuela, Fernando comparte clases con otros que padecen el síndrome, aunque ninguno es igual que otro.

El autismo no admite generalizaciones, no tiene una sola cara.

David, por ejemplo, no ha pronunciado palabra alguna en diez años de vida. Lo mismo que Román, otro pequeño de cinco años de edad.

“¡Román, no jales ahí!”, le señala la maestra.

Son niños marcados por la profundidad del silencio, misterio doble para una sola familia porque David y Román son hermanos.

“En mi caso me tocaron cuatro hijos, dos con valor agregado, dos con necesidades especiales. Si ellos están bien, nosotros estamos bien, pero si de repente empiezan a llorar sin causa aparente y tu no sabes qué les duele porque no hablan, entonces es ahí cuando dices ¡Dios mío!”, señaló Hilda Elizalde, mamá de David y Román.

El autismo no tiene rasgo físico que los distinga.

Se oculta también de los exámenes médicos, porque ninguna prueba lo puede determinar.

¿Cómo saber entonces si un niño tiene autismo?

“A nosotros nos llevo aproximadamente un año en poder saber, un año en poder saber qué era lo que tenía. Cuando ya finalmente nos dijeron el diagnóstico fue... fue impactante. Al principio como que no sabes qué hacer”, dijo Fernando Wise, papá de un niño autista.

“Lloré como si se me hubiera muerto alguien, porque efectivamente es así, se te muere el niño que tenías y te entregan otro completamente diferente”, dijo Mayra Villaseñor, madre también de un menor con esta enfermedad.

Diferentes porque tienen alteraciones en el lenguaje; porque actúan como si fueran sordos; porque evaden el contacto visual.
Se mecen, aletean y se muestran más interesados por los objetos que por las personas.

Algunos muestran habilidades excepcionales, como las matemáticas, pero no son genios ni locos.

“Pueden ser muy buenos para las matemáticas, hacerte un cálculo mental muy rápido, pero si tu le pones un problema en el que te tenga que resolver cuánto dinero tiene que gastar para ir al cine, no lo puede hacer”, aseguró el psicólogo Eduardo Díaz.
Setenta años han pasado desde el primer diagnóstico de la enfermedad y las preguntas sobre su origen aún tiene profundos silencios por respuesta.

Las claves parecen estar aquí adentro, en la manera en que millones de neuronas establecen conexiones.

Pero no todos están de acuerdo; la controversia entre científicos crece a nivel mundial.

Y hasta que no se sepa cómo evitarlo, el reto de muchos es ayudar a quien lo padece.

“A los niños hay que ofrecerles educación y el niño autista al no ser atendido oportunamente y debidamente, pierde la ventaja de desarrollar algunas habilidades que le pudieran ayudar para hacer más ligera su vida”, considera Edna García, presidenta de la Federación Latinoamericana de Autismo.

Para que aprendan estas habilidades se requieren miles de intentos y una paciencia de santo.

Por eso, la más simple expresión, es un regalo divino para los padres.

“La primera vez que ya retiene a su edad y que sabe qué es, es una emoción muy grande, muy, muy grande”, comentó Ricardo Romero, papá de un menor con autismo.

“Cuando tu les hablas y logras establecer un vínculo, contacto visual con ellos, es algo fantástico”, indicó la madre de David y Román.

En países como Inglaterra y Estados Unidos, el mal comienza a considerarse un problema de Salud Pública.

¿Cuántos niños con autismo hay en México?.

Un registro voluntario levantado de década pasada por el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) ubicó 46 mil casos.

“Claro que estamos frente a un problema de salud ¿qué va a pasar con ellos cuando estén jóvenes?, ¿se van a relegar?, ¿quién les va a brindar oportunidades de que tengan una vida digna dentro de la sociedad?”, cuestiona García.

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