El autismo no es una enfermedad, es una condición de vida, que definirá al niño desde el momento en que sale del vientre de su madre. Aunque la incapacidad para socializar es el factor diferenciador de estos niños, que serán autistas por el resto de sus vidas, existen mecanismos para que tanto ellos como sus familias aprendan a lidiar con esta discapacidad.
El autismo ha sido definido como un trastorno que afecta la capacidad del niño para comunicarse, y en efecto para socializar. Se ha convertido en todo un reto para la ciencia porque no existe un tratamiento que logre contrarrestarlo y porque hasta el momento las causas de su aparición son múltiples y difusas.
El otorrinolaringólogo, experto mexicano en alergias y quien trabaja el tema del autismo, Javier Hernández Covarrubias, explica que “neurológicamente, el autismo se debe a dos factores principales: a una predisposición genética, o a toxicidades del planeta causados por la contaminación ambiental”.
Según Hernández existe un 6 por ciento de riesgo de que esta condición sea hereditaria. “Pero ese porcentaje se puede contrarrestar con tratamientos tales como el uso de nutrientes como vitamina D3 o el empleo racional de los esquemas de vacunación”, añadió.
Esto porque dentro de las muchas causas de autismo, se relacionan los altos niveles de mercurio en las vacunas. Sin embargo, otras teorías apuntan a desórdenes digestivos o carencias de ácido fólico en mujeres embarazadas. Pero nada está confirmado, según el experto.
Para el neuropediatra y director de la Liga Colombiana Contra la Epilepsia, Carlos Medina Malo, lo importante es que la familia y la sociedad entiendan que las personas con autismo son normales, y que lo único que no pueden hacer es socializar, por cuestiones genéticas o ambientales.
Medina parte de la teoría del desarrollo del cerebro humano para entender el autismo. Según este neuropediatra, el niño autista tiene el cerebro de un individuo de hace millones de años, “porque era un hombre que deambulaba, se cuidada, se protegía, pero no tenía la responsabilidad social, no le importaba si el que estaba al lado se moría, él seguía caminando”.
Aunque su forma de ver el autismo puede ser difícil de asimilar para los padres que lidian a diario con sus hijos autistas, esto le ha permitido aprender las expresiones y el juego particular que tienen ellos para sobrellevar su mundo. “El niño autista es egoísta, vive para él, peor no tiene el resto de pecados capitales”, sostiene Medina.
Y es que para este neuropediatra interesado en el estudio de los orígenes y evolución del cerebro humano, los niños autistas tienen muchas fortalezas que deben aprender a potencializar, con ayuda de sus padres, aunque no entiendan la conceptualización que manejan los seres humanos para entender el mundo.
Por eso, para Medina no tiene sentido que los niños con autismo sean llevados a colegios convencionales para aprender matemáticas, o a escribir cosas que ellos sencillamente no pueden comprender. “Se pueden aprender el directorio telefónico porque tienen memoria, pero no saben para qué, se aprenden canciones pero no saben qué dicen”, ejemplificó.
Aunque son niños que no cuentan con raciocinio y autocrítica, sí son emocionales, por eso, pueden sentir estímulos cuando cantan al reconocer la respuesta positiva o negativa de las personas que los escuchan. Para Medina no es necesario que estos niños sean encerrados, sino que pueden puede ser llevarlos a centros donde se estimulen sus destrezas y puedan llevar una vida normal.
Cómo manejar el tema de la sexualidad
Uno de los temas que más preocupa a los padres es la sexualidad de sus hijos, más aún cuando se trata de uno con discapacidad. Es el caso de los padres que tienen un hijo o hija autista, que por el hecho de no poder socializar, no se convierten en un seres asexuados.
La Terapeuta familiar chilena quien ha trabajado con personas con autismo, María Angélica Núñez, explica que el tema de la sexualidad se debe trabajar en familia, especialmente con los niños autistas, porque son más vulnerables y porque no entienden el mundo y los conceptos que manejan las demás personas.
Por eso, es posible que, ejemplifica Núñez, un niño autista pase de la sala al baño con sus interiores en la mano o que simplemente decida no ponerse ropa, porque no sabe o distingue la diferencia entre lo que está permitido en un lugar público y uno privado.
Sin embargo, la experta sostiene que estos niños son capaces de aprender las normas, aunque no entiendan el significado de las mismas. De la misma forma, en que pueden aprender que no se deben dejar tocar si no quieren y que se deben proteger ante una eventual relación sexual con métodos anticonceptivos.
La terapeuta recomienda a las familias con niños o adolescentes autistas que hablen con ellos sobre los alcances de la sexualidad, lo que implicaría si no se protegen. En el caso de las niñas un posible embarazo, un aborto, o el riesgo que corren tanto hombres como mujeres de contraer una enfermedad de trasmisión sexual, como el Sida, que los pueden llevar a la muerte.
“Somos animales de costumbres, toda persona con discapacidad tiene una comprensión de lo que intuye, de la sensación de algo que está bien o mal. Las emociones no tienen discapacidad. Estos muchachos son normales, y pueden aprender a decir no cuando no quieren hacer o acceder a algo”, explicó.
Sin embargo, para el doctor Medina, lo que le indica su experiencia y los casos de embarazos de niñas con autismo, es que es mucho mejor optar por la ligazón de las trompas de falopio, en el caso de las mujeres con esta condición, o de la vasectomía para el caso de los hombres.
Esto porque según Medina, los autistas socializan los primeros días por curiosidad pero después cada uno sigue por su lado, lo que ocasiona serios problemas, si la mujer queda embarazada. Además porque las mujeres son susceptibles a ser violadas, y a afrontar embarazos complicados, por el estrés que manejan.
Para la terapeuta familiar la ligadura para mujeres y hombres se debe dialogar en familia, incluyendo al chico o chica autista. Sin embargo, para ella, esa no es la solución, porque si ellos tienen relaciones sexuales sin protección quedan expuestos a contraer enfermedades de trasmisión sexual.
Núñez sostiene que lo primero debe ser el diálogo sobre la sexualidad y sus implicaciones con niños y adolescentes autistas, que según ella, tienen la capacidad de aprender a medida que trascurren los años, sobre lo que pueden hacer y las consecuencias de sus actos. “La comunicación se debe dar hasta en las familias donde no hay un hijo con discapacidad”, puntualizó.
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