Mujeres luchan por el reconocimiento de sus hijos como personas útiles y respetables. Destacan inclusión de sus hijos en la sociedad.
A Juana Prado y Ángela Allende el destino les había marcado un camino diferente al de las demás mujeres. Ellas vivían sin mayores dificultades hasta que un día llegaron a sus vidas Ángel y Diego, sus pequeños hijos que les cambiaron la visión del mundo por completo.
Ya son 29 años de lucha que lleva Juana, buscando que su hijo Ángel Tafur, un joven con Síndrome de Down, logre progresos en su adaptación a la vida, pero también que sea reconocido como una persona útil y respetable.
"Ángel es el desafío más grande que se me presentó en la vida y lo tome con mucho valor porque sabía que no estaba sola. Tenía a mi esposo, a mi familia y a muchos amigos, a quienes tengo que agradecer porque me apoyaron en este largo camino", comenta Juana, mientras recibe un tierno abrazo de su Angelito, "la razón de su vida".
A Juana no le interesa recordar cuántas puertas se le cerraron en su batalla por sacar adelante a un hijo. Prefiere, por el contrario, rememorar cuántas manos se le tendieron para hacer de Ángel un jovencito que ahora trabaja y que es un experto pianista, quien fue invitado a tocar en México, nada menos que por la Universidad Autónoma de Tamaulipas. La "querida viejita" de Ángel confiesa que luego del impacto inicial tras conocer la situación de su hijo, decidió sacar todas sus fuerzas y hacer de su familia un solo puño para ayudarlo.
"Decidí que si una persona con discapacidad necesita de un bastón, una silla de ruedas o unos audífonos, yo sería para él todo eso, pero siempre con la ayuda de Dios", sostiene mientras asegura que nunca nadie en su familia se avergonzó o escondió a Ángel.
La meta de Juana es trabajar para que no solo su hijo sino todos los niños que tienen ese problema sean respetados por la sociedad. "Si ven a joven con Síndrome de Down no lo traten como un niño, no pretendan regalarle un juguetito o una bolsa de caramelos porque ellos se dan cuenta que no lo están tratando adecuadamente", anota mientras asegura que dar a luz a un niño como Ángel jamás fue motivo de frustración.
Sin embargo, admite que tuvo que sufrir el sentimiento de postergación de uno de sus hijos por toda la dedicación de su madre hacia Ángel y que también tuvo que renunciar a varias cosas como a su papel de abuela, o a disfrutar la vida con su esposo Néstor, un general retirado de la Policía Nacional.
Esta no fue la única prueba que la vida le puso a la abnegada madre. Una de sus tres hijas, María de los Ángeles dejó de existir a sus cortos 36 años víctima de un inclemente cáncer de seno. El esfuerzo, no obstante, no cayó en saco roto, pues hoy en día impulsa para su hijo y otros niños con este síndrome, un proyecto piloto con la Red Nacional de Orquestas Sinfónicas y Coros para que cada día más chicos con esta discapacidad se incorporen a la difusión y práctica del arte.
La batalla de Ángela
Hasta antes de conocer el problema de Diego, el menor de sus tres hijos, Ángela no sabía lo que era un hospital y no tenía idea de lo que podía ser el autismo.
La noticia que le dieron los médicos la hizo derramar muchas lágrimas de dolor, pero pronto entendió que había que secárselas y reponerse rápidamente para poner manos a la obra y trabajar a fin de que el pequeño le ganara terreno a su problema.
Desde que Dieguito nació, hace seis años, se ha pasado la mayor parte del tiempo en el hospital y en terapias de rehabilitación. La constancia de su luchadora madre ha hecho posible que su pequeño esté en el pre jardín de infancia con niños de su misma edad, que tenga su lenguaje completo y que practique deportes como la natación.
No sentirse nunca derrotada es la premisa de Ángela, Con el apoyo de su esposo le gana día a día la pelea a la adversidad, esa que la obligó a replegar sus actividades profesionales para centrar toda su atención en el progreso de Diego.
"Tuvimos que cambiar nuestras vidas, reformular nuestros horarios. Entendí que mi hijo me tenía solo a mí y que él era la oportunidad que la vida de daba para ser mejor mamá y mejor persona", comenta. La experiencia vivida le da la autoridad suficiente para recomendar a otras madres que siempre observen a sus hijos, y que al menor indicio de que algo no anda bien, busquen ayuda médica sin dejar pasar el tiempo.
"Cuando miro mi alrededor me doy cuenta que otras personas tienen problemas sin solución y que yo tengo la oportunidad de solucionar los míos con esfuerzo y dedicación y eso me da más valor para seguir adelante", afirma.
Ángela es conciente que aún le falta muchas cosas por hacer, sobre todo hacer entender a parte de su familia que el autismo no se contagia y que un niño que lo padece no es malcriado, sino que no puede ni sabe comportarse y que es un trastorno que puede revertirse con mucho amor y paciencia.
Si ser madre de por sí ya es una tarea difícil, habría que echar una mirada a estas mujeres para entender en toda su dimensión lo que el amor de una madre es capaz de hacer por un hijo.
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