jueves, 18 de marzo de 2010

“La función de la maternidad se ha desprestigiado”

Cecilia Pérez-Mínguez, escritora Esther Peñas / Madrid- 17/03/2010
Hay historias sobrecogedoras, de las que mantienen al lector en vilo, zarandeándole de un lado a otro de la emoción. ‘No decía palabras’ (Éride ediciones) es uno de esos libros que merecen la pena no sólo por lo que cuenta sino por cómo lo cuenta. Maravillas, la protagonista, es una mujer con esquizofrenia que lucha por cumplirse como madre, ya que nunca pudo ser hija; Teresa, mitad ángel custodio, mitad psicóloga, ve en Maravillas la oportunidad de redimirse a sí misma; Juanito, un niño al que todos consideran retrasado y que no lo es; Rufo, el prototipo de maltratador… toda una galería de personajes con un trasfondo real: la investigación realizada por la autora, Cecilia Pérez Mínguez (Madrid, 1941) sobre la observación a bebés.

La novela está dedicada a “las mujeres que no pudieron amar y cuidar a sus hijos al mismo tiempo”. ¿Es la condena de la mujer de hoy en día, incorporada al trabajo?

Bueno, me refería, sobre todo, a esas mujeres que están desprotegidas, que carecen de una red familiar y social que las sustente; el trabajo de una madre en cuanto a dedicación es inmenso, y la maternidad es una de las cuestiones de mayor envergadura para el ser humano. Cuidar a un bebé es una tarea delicada, y la madre necesita muchos apoyos, muchas ayudas. Hay madres que pinchan, que aman a sus hijos pero se desequilibran por una enfermedad mental, se estresan, se evaden… Cuidar a un recién nacido supone una entrega casi absoluto, supone escucha, mimar la relación…
Tiempo, en definitiva…

Tiempo, en definitiva, que no todas pueden ni saber conceder.

“Cuando lo miras, lo cuidas; cuando piensas en él, lo cuidas, cuando sueñas con él, también lo cuido”. ¿Cómo definiría la relación madre/hijo?

Es algo mágico. Se produce una simbiosis total entre lo que siente la madre y lo que siente el hijo, hay una trasmisión real. Incluso el niño llega a percibir si hay otra persona junto a la madre apoyándola, observándola en silencio, sin turbarla ni darle instrucciones, sólo sustentando esa relación para que aflore la maternidad. La maternidad no es una píldora, es un proceso que se va construyendo a base de escuchar y escucharse.
Maravillas tiene esquizofrenia residual; a pesar de eso, decide ejercer su maternidad…

Lo que le impide a Maravillas ejercer una plena maternidad no es su enfermedad mental, sino la falta de apoyo social. Sus brotes esquizofrénicos surgen tras partos porque los asocia a las separaciones traumáticas que ha vivido. La maternidad le reabre esa herida que no puede curar porque no tiene esa red social que la cuide, y termina por descompensarse. Si una mujer tiene el apoyo adecuado, la esquizofrenia no será un problema; la medicación mantiene bastante regulada la enfermedad, y puede sacar adelante a un hijo y a una familia. Pero Maravillas no tenía a nadie, y es una mujer maltratada.

A este propósito, ¿qué opina de la esterilización forzosa de las personas con Down?

La esterilización debería de ser una opción personal. ¿Quién puede decir quién será una buena madre y quién no? Si la madre se siente capaz y tiene un entramado que la respalda, si ha tenido unos modelos pautados, será una madre feliz. Si se aterra y le asusta vivir una maternidad no deseada, entonces necesitará el doble de amor y de cuidados.

Juanito es un niño que toman por retrasado, pero no lo es. ¿La correcta comunicación entre cuidadora y bebé es tan importante?

Es fundamental. Todo lo que aparece en la novela sobre la observación a bebés está fundamentado en un trabajo de investigación que realicé. Mi primer trabajo fue con niños con minusvalías graves, con serios problemas sensoriales, autismo secundarios, parálisis cerebral… desde que los vi, supe que tenía que encontrar un modo de comunicarme con ellos, así que creé mi propio sistema de interpretación de señales. Lo que no comprendo es que haya gente que crea que este tipo de niños no son normales. A mí me parece que el parámetro de normalidad es demasiado arbitrario. Otra cosa es que haya que asumir que tienen ciertas limitaciones. Pero, ¿quién no las tiene? En el caso de Juanito, no tenía un daño cerebral, como creían basándose en sus continuas hospitalizaciones. Pero es que los niños de orfanato tiene, qué cosas, esa peculiaridad: suelen presentar problemas pulmonares. Mi trabajo de observación del ‘Juanito’ en la vida real fue apasionante. Él era tremendamente pasivo, con problemas de visión, y cierto autismo secundario derivadas de las dificultades sensoriales o ambientales.

Y así constituyó su programa de observación…

Sí, había que sacarle adelante. Por eso se me ocurrió el programa de observación guiada, para apoyar de manera mayor a quien cuida al niño. Lo grabábamos en distintas sesiones, y luego lo observábamos con detalle, descifrando las señales que emitía. Poco a poco, supimos cómo interpretarlo. Tuve la suerte de que la educadora, sin ser modélica, se lo tomó bastante bien, no como una ingerencia por mi parte. Y gracias a eso, se produjo un cambio espectacular en la vida del niño. Podría haber sido niño de institución toda su vida, pero a los dos meses fue adoptado.

Una de las cuestiones que más desconciertan y descorazonan es el misterioso motivo que lleva a una mujer maltratada a buscar, una y otra vez, a su agresor. “Iba a la muerte buscando la vida”, define usted. ¿Qué extraño y perverso impulso explica este comportamiento?

Esta conducta se encuentra hasta en los animales, los débiles son tratados a golpes y, aun así, ellos van a los pies de su maltratador. La clave está en la infancia. Con una infancia desgraciada, careciendo de un modelo de relación bueno, de un vínculo afectivo con su madre se explica esta conducta. Para Maravillas, Rufo es su único sentido en la vida, como si no tuviera derecho a otra.

Teresa, la psicóloga, ¿es una buena samaritana o alguien que trata de remedirme a través de Maravillas?

De todo un poco… en la vida ¿por qué hacemos las cosas? A Teresa, cuando se encontró con Maravillas, algo le resonó, algo de su infancia, por eso quiere salvarla y, de paso, salvarse a sí misma.

¿Qué línea separa la ayuda desinteresada de la entrega enfermiza?

Ahí está la cuestión, el tino de cada uno, la magia de la vida… hasta dónde puedes ayudar es algo que tiene que evaluar cada cual… hay personas que se sienten capaces de ayudar más que otras, que cortan antes. En el caso real de Maravillas, ella recibió auténtica ayuda de prostitutas y ex drogadictas, que se volcaron con ella.

“¿Qué oscura negación a la felicidad perseguía?” se pregunta el narrador a propósito de Teresa. ¿Por qué a veces uno se niega a sí mismo ser feliz?

Vuelvo a la infancia. Teresa añoraba una madre, buscaba que volviera, como si no tuviera el derecho a vivir si no se lo diera su madre. Todos nuestros problemas tienen, de uno u otro modo, su origen en la infancia.

¿Cuánto hay de Teresa y Maravillas en Cecilia?

Mucho de Teresa, aunque también parte de Maravillas, en la parte de al mujer que quiere ayudar a sus hijos pero que no puede. Esto suele producirse por un desfase de lo que es el mundo de los niños respecto del de los adultos. Me identifico mucho con el propósito de ambas de reparación.

“Me han cortado por la mitad. Ayúdame a ser zurdo”. ¿Cómo andamos los españoles de solidaridad, de empatía con los otros?

En general, bastante bien. En cuanto a la maternidad, el epicentro de la novela, regular. La función de la maternidad se ha desprestigiado, hemos perdido la tribu y de su recuperación depende, en buena medida, nuestra felicidad.

http://solidaridaddigital.discapnet.es/SolidaridadDigital/Noticias/Cultura%20y%20ocio/DetalleNoticia.aspx?id=8211
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NOTA: "No decia palabras", de Cecilia Pérez-Mínguez Casariego, es una novela sobrecogedora en la que se mueven unos personajes en carne viva: fracasados, generosos, vulnerables, tocados por la ternura o por el rencor, por la enfermedad mental o por el desamor, pero siempre alejados de cualquier artificio. Junto a sus vidas azarosas, emerge luminoso el mundo mágico de la infancia, donde se desvelará el sentir de unos seres inocentes, misteriosos y frágiles que son los niños en su primerísima etapa de la vida.

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