viernes, 19 de febrero de 2010

Aprender de ellos

Por José Luis Cuellar de Dios

Discapacidad y responsabilidad social
El dato impresiona y habla por si mismo. En Estados Unidos el 90 por ciento de la población apoya, en la medida de sus posibilidades, alguna causa social; España registra un 10 por ciento de ciudadanos sensibles a las causas sociales y en nuestro país, México, el porcentaje ronda el 1.2 por ciento.
Dentro de estas necesidades sociales, tan numerosas como variadas: Pobreza, enfermedad, desempleo, violencia, educación, y mil etcéteras más, en México, una de las menos atendidas es la discapacidad, sobre todo la discapacidad intelectual, misma que parece vivir en un mundo dominado por la indiferencia.
Aquellas aspiraciones, justas y necesarias que todo ser humano anhela y requiere para darle contenido a su fugaz paso por esta vida aparecen como inalcanzables para el colectivo de la discapacidad intelectual: bienestar material, desarrollo personal, bienestar emocional, autodeterminación, bienestar físico, relaciones interpersonales, inclusión y derechos, son condiciones injusta y desesperadamente pendientes para cerca de 3 millones de personas que sufren, a lo largo y ancho del territorio nacional, algún tipo de discapacidad intelectual.
Hasta ahora, los movimientos e iniciativas, tanto públicas como privadas, que se han llevado a cabo han resultado escasos e insuficientes. Se requiere de un gran movimiento de Responsabilidad social que con actitud guiada por la verdad, sinceridad y cariño promueva la cultura de la responsabilidad hasta que se instale en nosotros como parte de nuestra condición humana y actuar en la vida cotidiana, entendiéndola como estimulo y no como enfadosa carga. La tarea consiste en buscar aliados que tejan redes de complicidad a favor de las personas con discapacidad intelectual.
Un movimiento amplio y consensuado en el que se involucren empresarios, sobre todo, y por paradójico que parezca, empresarios pequeños y medianos, medios de comunicación, escuelas publicas y privadas, gobiernos, municipales de preferencia, y por supuesto la sociedad en general. Un movimiento que de ningún modo tenga fines sustitutivos de las instituciones que ya existen; todo lo contrario que se apoye en las experiencias existente.

Responsabilidad social es promover, de origen, el concepto de la diversidad, concepto que derive en la generación de una de cultura de solidaridad que se convierta en elemento estratégico que trascienda generaciones. Cuestión de comenzar por establecer ejemplos de entusiasmo. Tomarlo como un compromiso social al que dediquemos fuerza, entusiasmo, en fin, todos nuestros afanes. La tarea es evidentemente retadora y complicada. Para el caso, oportuno citar a Lezama quien afirma que solo lo difícil es estimulante.

Aspiremos a tener una sociedad mas justa, sobre todo ahora que vivimos momentos complicados y cruciales en la historia del país. Hagamos un alto y giremos la mirada hacia un colectivo vulnerable, en su gran mayoría depauperada y doliente, que espera que le tendamos la mano. Amen de los amenes.

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