jueves, 3 de diciembre de 2009

LA CALLE ES EL HOGAR DE LOS MENDIGOS ¿CUANDO CAMBIARA SU SITUACION?

Cuando la calle se vuelve hogar
Mendigos deambulan por las calles esperando obtener un apoyo que los devuelva a la realidad
Carmen Ruíz camina por la calle recogiendo basura, sólo con una tela envuelta en el cuerpo, pese al frío y la lluvia.
Así llueva, esté soleado o con la neblina hasta abajo, las calles representan un hogar para los indigentes.
En las aceras, al lado de perros callejeros y con bolsas llenas de cartón, cobijas, suéteres o incluso desperdicios, con mirada perdida los mendigos pasan horas sentados o acostados ante la indiferencia de la mayoría, que pasa a su lado y hace muecas por su olor, los escupe o les tira basura encima. Sus cabezas cansadas de pensar son nido de liendres y piojos ante su poca higiene; sus uñas son largas como garras para defenderse de quienes los quieren agredir, y sus cuerpos cubiertos de costras de mugre apenas si cargan algunos harapos encima para cubrirse igual si hace frío o calor.

De entre tantos que pasan a su lado, de vez en cuando alguien se compadece de ellos; les da alguna moneda, les regala un taco o intercambia algunas palabras que los devuelven a la realidad. Descalza y con los pies hinchados, Carmen Ruiz Alarcón camina por las calles recogiendo basura en una bolsa, además de cartones donde se acuesta y un costal con su ropa. Su cabeza cana y sus arrugas delatan más de 70 años. Dice entre lo poco que se le entiende que de pequeña sus papás la regalaron a doña Mari.

Ayer llovía y ella caminaba descalza por la iglesia de San Antonio. Llevaba una tela envuelta como vestido con los hombros descubiertos. La acera de la avenida 6, calle 9, es desde hace más de 13 años la morada de Julia Texol. De cabello largo cano, descalza casi siempre, la anciana es apoyada con comida por vendedores de la acera.

Doña Alejandra González, vendedora de chacharitas, comentó que a veces la gente la escupe o le tira basura encima. Además, hace unos días amaneció golpeada en la mejilla.

La vendedora la ayuda con comida, la manda a bañarse y pidió permiso en los sanitarios públicos para que la dejen hacer sus necesidades. Cuenta que una vez doña Julia llevaba encima 26 vestidos hechos por ella misma, pues con el dinero que le dan compra tela y cose su propia ropa, tal vez como una forma de no sentir su vida tan vacía.

Tatiana Martínez /El Mundo de Córdoba
México 19 de septiembre, 2008

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